domingo, 19 de mayo de 2013

¿Es posible socializar pasadas las doce semanas?

¿Que pasa cuando nos encontramos un cachorro muy mayor o un perro adulto que no ha sido socializado? ¿Tiene remedio?


Existen numerosos artículos al respecto. De que hacer, de que no hacer y de como afrontarlo. En este caso os vamos a contar nuestra experiencia personal con Anuk. Este es un caso entre millones no todos han de ser iguales ni lo mismo es aplicable en cada caso.


Anuk, hembra de pastor alemán con excelente pedigre hija y nieta de campeones, a sus seis meses nunca había salido del criadero. No había tenido contacto con el mundo exterior. Solo había tenido trato con su madre, sus cinco hermanas y sus criadores. Sus criadores, aunque les proporcionaban cuidados y alimentos, no las tenian en casa ni las atendian emocionalmente con lo cual estaban muy faltas de cariño y de todo estímulo. Tampoco había adquirido habitos de higiene a la hora de hacer sus deposiciones ya que comian, dormian y "cagabán" en el mismo sitio.

Cuando Anuk llegó a casa, como era de esperar, tenia una serie de problemas que superar. Practicamente todo le daba miedo, subir o bajas escaleras era impensable, los ruidos la asustaban, y tenia que aprender a pasear utilizando correa. Si se le acercaba algún perro se hacía pipí encima.

Decidimos comenzar por lo básico, que para nosotros era que confiase en nosotros y acudiese a nuestra llamada. El primer día la llevamos a la peluquería y cuando salió parecia otra. Para nuestra sorpresa el chico que la baño dijo que se había portado increiblemente bien y que no le dió ningún problema. En la consulta del veterinario también estuvo sumisa y tranquila. Pero la hora de pasear fue todo un reto.

Nunca había llevado correa así que la pobre no sabía como deshacerse de ella, parecia un toro de rodeo. Con paciencia, poco a poco, ofreciéndol
e premios y halagos fue avanzando, pero todo la asustaba, los coches, las personas,  iba tan pendiente de todo que no se podía concentrar en pasear a nuestro lado.
Así que decidí pasearla a horas en las que hubiera poco movimiento. La siguiente mañana muy temprano volvimos a intentarlo, esta vez casi sin distracciones fue otra cosa, dimos un muy largo paseo, y cuando estuvo cansada, nos sentamos en un banco de la avenida principal a ver la vida pasar. Al principio cuando pasaba un coche se alteraba, y si pasaba alguien caminando ladraba como una loca. Pero después de una hora sentada se relajó y empecé a premiarla. Poco a poco fui aumentando las distracciones en los paseos llendo a lugares más concurridos y fue superando su miedo a los coches y a las personas. Pero nos dimos cuenta de que tenía problemas con los perros, porque era ver uno y ladrar como loca.

Así que fue lo siguiente a tratar. La llevamos a un PIPICAN (un parque para perros) y la fuimos relacionando con ellos poco a poco. Primero con los perros más tranquilos y buenos, y conforme iban pasando los días con todo tipo de perros. Los primeros días no se movía de nuestro lado, no jugaba con ellos y no sabía ni correr. Pero poco a poco se fue soltando y ganando confianza en sí misma. La clave estuvo en no forzarla y hacer que la experiencia fuera siempre agradable. No la premiamos si se mostraba asustada.

En menos de diez días parecía otra. Pasó de no querer salir a la calle, a no ver la hora de salir a pasear. Le encanta jugar con los demás perros, no es miedosa con ellos ni tampoco agresiva. Aun tiene mucho que aprender como por ejemplo, pasear por lugares muy alborotados y cruzarse con otros perros atados sin ladrar como una si estuviera poseída.

Las escaleras fue cosa de una semana más o menos. El truco estuvo en no empujarla ni tirar de ella, sino ir enseñándole premios y dándoselos a cada escalón que bajaba.

A los ruidos de casa se fue acostumbrando día a día. Al principio, si cocinaba, se iba de la cocina porque los ruidos de armarios, grifos y demás la ponían nerviosa, pero si venía  a verme le daba un premio (no siempre comestible, también caricias). Así dejaron de molestarle.

Al cepillo  se acostumbró de la misma forma que a todo, poco a poco. Primero la acariciaba para que se relajara, le enseñaba el peine, y empezando por los lugares menos molestos y suavemente, haciéndolo a diario, al final se dejó hacer, aunque no es que le apasione, eso sí, aun huye cuando quiero ponerle colonia.

Para superar los miedos se necesita paciencia, cariño y firmeza. Horarios definidos, para que sepa siempre lo que va a pasar. Mucha practica y mucha dedicación. Nada es milagroso, pero todo tiene remedio o es mejorable. Para la mí la clave estuvo en dejar claro la jerarquía de la manada. En mi casa mandamos las personas, así que la responsabilidad de abrir la puerta y ahuyentar a los extraños es nuestra. Cada día invertimos un rato para cada cosa, pasear, jugar, higiene, y adiestramiento. En dos semanas ha aprendido a sentarse a nuestra orden, a dar la patita y a tumbarse, Y SOLO SOMOS AFICIONADOS.

No sabemos si todos estos grandes logros, y los que están por venir, son cosa de la raza o son posibles en cualquier perro, pero si que merecerá la pena intentarlo siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario